Actualmente, se sigue trabajando con la arquitectura monolítica como base: una única aplicación de empresa que contiene todo nuestro negocio (lo que conocemos como el “Backend”). Al estar bajo el mismo soporte, cualquier cambio afectará a todos los niveles y requerirá reinstalar todo el contenido.
El mantenimiento del código puede ser problemático, provocando fallos y dificultando el despliegue de nuevas ideas.
Como ya comentamos en Estudia el rendimiento de tus apps con Azure App Insights, es importante mantener el control sobre nuestras aplicaciones, y ayudar a reducir las cargas de trabajo es una manera fantástica de hacerlo.
Para dividir las cargas de trabajo en tus apps, utiliza microservicios: una arquitectura que separa la funcionalidad en espacios independientes.
Con esta arquitectura, tu aplicación se divide en varios servicios conectados pero independientes, cada uno dedicado a una capacidad específica.
Un código más separado facilita el mantener los principios SOLID de la programación y evitar lo que podríamos denominar código sucio (difícil de leer y con muchas líneas). Además, los cambios que realicemos se instalarán solo donde lo necesitemos. Esto agiliza el proceso de instalación y actualización.
El problema surge cuando cada proyecto necesita varios microservicios, ya que instalarlos como webs independientes requiere muchos recursos. Para eso existe Kubernetes: una tecnología que permite instalar microservicios eficientemente, con cada contenedor con los recursos estrictamente necesarios. La clave es optimizar el proceso y emplear los recursos mínimos posibles.
En el nivel más alto, Kubernetes es un clúster de máquinas virtuales o locales. Cada máquina ( o nodo según Kubernetes) comparten recursos en proceso, conexión a la red y almacenamiento. Un nodo “maestro” se conecta a esas máquinas, que ejecutarán las cargas de trabajo en grupos separados por contenedores, con el nodo central sirviendo de administrador.
Nuestro personal controla todo desde el nodo principal a través de una interfaz de comandos en su SO. Desde ahí, tras pasar por el servidor API y el manager de control, se emiten los cambios u órdenes a los nodos de trabajo.
Una vez hayamos configurado todo, podemos empezar a implementar las aplicaciones y sus respectivas cargas de trabajo. Kubernetes dispone de todas las herramientas para hacerlo, así como de capacidades de visualización para observar el estado de cada máquina y gestionar los recursos de manera automática, sin quitarte tiempo.
El último paso es organizar la gestión y los permisos/accesos a nuestros responsables. Para ello, se debe crear un espacio de nombres (método de agrupación en Kubernetes), con el que podrás comenzar a adjudicar dichos permisos.
La nueva arquitectura de microservicios optimiza los recursos, empleando sólo lo necesario. También nos ayudará a tener un código limpio y sencillo de leer, aportando facilidad para añadir nuevas funcionalidades eficientemente. Pero ante todo, mantendrá nuestras operaciones funcionando el mayor tiempo posible y al máximo rendimiento.
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